¿Tienes pareja?. ¿Te aporta tu pareja cosas positivas la mayor parte del tiempo? ¿Sabes si tienes una relación sana?. Alguna vez te has podido hacer estas preguntas, y te aportamos algunas claves que te pueden ayudar:

  • Nos sentimos a gusto haciendo cosas juntos. No permiti­mos que la otra persona imponga siempre sus deseos, Acor­damos las cosas que queremos hacer, no hacemos siempre lo que quiera la otra persona.
  • También realizamos actividades por separado. Mantenemos nuestro espacio, con nuestras aficiones, amistades y familia.
  • No necesitamos comportarnos de manera diferente a como somos para agradar a la otra persona.
  • Nos gusta la otra persona tal como es y no tratamos de cam­biarla.
  • Las opiniones de los dos son igual de importantes, aunque sean diferentes.
  • Cuando discutimos o tenemos problemas intentamos bus­car soluciones satisfactorias para ambos, a través del diá­logo y la negociación, sin usar la imposición, la amenaza o el chantaje afectivo (“si me quisieras de verdad…”).
  • La confianza mutua y la honestidad son ingredientes bá­sicos de la relación.
  • Utilizamos la comunicación, expresándonos con respeto. Controlamos y evitamos las expresiones violentas de agresi­vidad o coraje.
  • Respetamos los límites de la otra persona, aunque no este­mos de acuerdo con ellos.
  • Tenemos relaciones sexuales por deseo y mutuo acuerdo de ambas partes. Aceptamos un NO sin problemas.
  • Si uno de los dos decide terminar la relación puede plan­tearlo sin miedo, sabiendo que la otra persona va a respetar esa decisión, aunque no le guste o le duela.
  • No esperamos que la otra persona nos haga siempre feliz o nos resuelva todos nuestros problemas. Cada uno asume la responsabilidad de su vida.
  • Respetamos que somos personas diferentes. Tenemos en cuenta las opiniones e ideas de la otra persona. Apoyamos sus proyectos y decisiones
  • Reconocemos el derecho de la otra persona a la libertad y a cuidarse por sí mismo.
  • Reconocemos la igualdad de género en las relaciones, con un ejercicio democrático del poder, sin que puedan existir per­sonas dominantes ni dominadas.